EL EROTISMO COMO EXPRESIÓN DE LA SENSIBILIDAD DENTRO DE LA CULTURA





Moreno Romero, Usmary Dayana. 
Universidad de Los Andes,
 Núcleo Universitario Rafael Rangel. 
Trujillo-Venezuela

Resumen
La sexualidad humana mantiene un constante enfrentamiento con la sexualidad animal, no solo porque se oponen, sino porque ambas tienen contextos y fronteras diferentes. La primera tiene el fin de desarrollar la conciencia sexual del sujeto desde su sensibilidad, se sumerge en sus más profundos sentimientos y hace que el individuo se pierda en ella, esa sexualidad humana es la que denominaremos como erotismo. Mientras que la sexualidad animal, mantendrá esa denominación por siempre, puesto que en ella lo único que podemos encontrar y esperar es la materialización de la sexualidad como función reproductiva. Este trabajo es parte de una investigación más amplia, con el cual fijamos algunas posiciones necesarias para ir delineando los posteriores caminos que nos llevarán a establecer el erotismo como detonante de la vida interior del sujeto. Significamos en este sentido a un sujeto doble, esto es un sujeto recurrente que ratifica la sexualidad en una función reproductiva  y el sujeto sensible trascendente que busca la comunicación consigo y con los otros en los tres espacios donde definimos las actividades humanas, el público, el privado y el íntimo.

Palabras claves: erotismo, subjetividad, deseo, ontosemiótica, sujeto doble.

1.               Introducción: La cultura como arquitectura sensible manifestada en una semioticidad afectiva-subjetiva
La cultura como un discurso se erige con fuerza en el mundo, el espíritu que se percibe en ella designa dinámicas nuevas y cambiantes debido a la relación sígnica diversa que ella sostiene sin ningún orden establecido. Cuando se dispone la observación de esa relación emergen signos oposicionales, como la diversidad humana frente a la influencia de sistemas ideológicos homogeneizantes. Esto es un error que rompe con el principio de contradicción, un sujeto no puede Ser y no Ser bajo los mismos aspectos, es por ello que nos alineamos con la idea de ver la cultura como el espacio de lo posible, el espacio dispuesto al diálogo entre el sujeto íntimo y el sujeto público. La intención de este trabajo es proponer el erotismo como la posibilidad del sujeto para transportarse al “espacio de lo íntimo”[1], donde pueda tomar conciencia de su subjetividad, y a partir de allí concederse un acercamiento con el otro en una forma comprensiva, pero sobre todo tener un acercamiento consigo mismo.
Asumimos la cultura como discurso y a partir de la ontosemiótica afirmamos que esa cultura posee una “arquitectura sensible”[2], y es desde allí, que se busca abordar  la circulación sensible en la que fluctúan las acciones del individuo en tanto sexualidad humana dentro de los espacios público, privado e íntimo, teniendo como vehículo el lenguaje. Esta afirmación que hacemos desde la ontosemiótica o semiótica de la afectividad-subjetividad, nos brinda la posibilidad de posicionar al sujeto íntimo en la comprensión y la autocomprensión de su sexualidad, en la intención de construir un sentido argumentado en una lógica subjetivada que le permita el desarrollo de su conciencia con respecto a lo que lo define como sujeto sexual en libertad plena de su existencia y en la agrupación de la totalidad de las experiencias que le propicie un tránsito despierto dentro de sí, es decir, permitir la expresión del doble sentido que está implícito en la relación del Ser con su contexto en una circulación sensible de símbolos, que para Hernández llegan a convertirse en isotopías culturales y en el escenario donde tienen su mayor expresión afectiva-subjetiva.
De manera que, afirmar que la cultura posee una arquitectura sensible implica reconocer la articulación entre el lugar de los símbolos y su manifestación cultural y además, reconocer la carga sensible que dota el contexto a esa articulación. El lugar de los símbolos, que desde nuestra óptica es el lugar de la sospecha, el espacio más íntimo que marca al sujeto de forma que lo desvincula del mundo exterior, lo hace desconocer aquello con lo que ha interactuado durante su vida entera, y que lo mantiene en constante confusión entre lo que debe Ser y lo que debe hacer, tanto desde su mirada íntima como pública. El sujeto está ubicado en tres lugares al mismo tiempo y se hace necesario comprender cada una de estas ubicaciones para poder alcanzar un encuentro consigo y con los otros.
Esto es lo que Hernández llama el doble sentido dentro de la semioticidad afectiva-subjetiva, y aquí es precisamente donde ubicamos al erotismo como isotopía cultural y al mismo tiempo subjetiva, pues, se trata de vincular al sujeto con la unidad que era, y que le arrebataron en un intento de controlarlo para preestablecer sus modos de accionar, de pensar y sobre todo de la política del no sentimiento. De modo que el erotismo,  que es “uno de los aspectos de la vida interior del hombre” (Bataille, 1997:33) estará ubicado entre las ideas que se tienen acerca de la sexualidad animal y la sexualidad humana, como un agente debelador de la conciencia sexual.
Esto es posible debido a que desde la ontosemiótica hacemos énfasis en el sujeto como texto y en el contexto, haciendo:
Una gran lectura de los textos dentro del conglomerado social a partir de las tensiones y distensiones que producen las referencialidades culturales; los contextos que se transfiguran en textos/testimonios legitimantes del espacio del cual el enunciante es producto sustancial y sustentable (Hernández, 2013: 56).

El erotismo tiene su mayor expresión en el espacio interior del sujeto, pero encuentra grandes obstáculos para concretarse culturalmente, por lo menos no lo hace como erotismo –el cual es definido por Bataille (1997) y Paz (1994) como sexualidad humana, esto es, que el sujeto tenga conciencia de su sexualidad- sino como sexualidad animal, en un sentido netamente reproductor, rudimentario, con una total ausencia de la participación del sujeto durante las actividades sexuales, en el sentido simbólico. Es decir, no se produce ningún movimiento de la vida interior del individuo, sino una muy aceptada pasividad que nos viene impuesta desde el exterior. Estamos negados como sujetos de deseo, es pecaminoso sentirlo, experimentarlo,  vivirlo en la expresión de una libertad plena, de una libertad que le de preferencia al sujeto erótico reconociendo sus movimientos violentos como necesarios para su vivencia.
Bataille, tiene una apreciación interesante en relación a esos movimientos eróticos en el interior del sujeto. Para el autor, es violencia. Los movimientos interiores del sujeto erótico lo asociamos a un sujeto violento por naturaleza. Violentos porque se niegan a asumir posturas inflexibles en relación a la sexualidad humana que les es dada en su condición de sujeto de lenguaje, viene con el lenguaje, como negarla?, en la semioticidad afectiva-subjetiva es imperante ser el puente entre esa violencia y la manifestación cultural, o en todo caso, en las representaciones sociales de la sexualidad.
En Paz, nos aproximamos de una manera más afectiva e imaginativa a  ese mundo interior. En tanto que erotismo y amor están unidos, ambos son invención y ambos utilizan la imaginación como detonante permanente del sujeto erótico. Se rescata al sujeto en el deseo que lo envuelve, “uno de los fines del erotismo es domar al sexo e insertarlo en la sociedad. Sin sexo no hay sociedad pues no hay procreación; pero el sexo también amenaza la sociedad” (Paz, 1994:16). La amenaza porque el sexo no tiene distinción de culturas, razas, sociedades, clases. El sexo es acultural, pues tanto animales como humanos necesitamos reproducirnos, pero la sexualidad humana implica conciencia, imaginación, variación. La manifestación simbólica del erotismo está lejos de los actos sexuales culturales a los que está expuesto permanentemente. Un sujeto erótico rompería el canon establecido, haría una transgresión de las normas. Un sujeto erótico es un sujeto subversivo el cual es temido y siempre ha sido temido, pues estaría lejos del control social, sería un sujeto libre, hecho que atentaría por lo menos con el discurso cristiano, el cual ha normado los actos sexuales desde tiempos remotos.

2.    La semiosis: espacios público, privado, íntimo.
Morris (citado por Hernández, 2014) estructura epistemológicamente la semiosis en tres niveles, el sintáctico donde se ubica el signo o los signos, tal cual  son. El nivel semántico donde se produce una significación, y el nivel pragmático donde tiene existencia el sujeto en el sentido de una verdadera, porque a partir de su accionar en los demás niveles, en este, se produce una resignificación con una fuerza interpretante reveladora de subjetividades, donde toma conciencia de sus acciones y de sus responsabilidades. Estos constituyen una universalidad para la expresión del erotismo en los espacios público, privado e íntimo. Al igual que los elementos presentes en la semiosis, diría Hernández, el sujeto enunciante, el texto-discurso y las circunstancialidades enunciantes, para que se produzca una semiosis generativa de significaciones y resignificaciones  a partir de la circulación sensible.
Las actividades sexuales humanas han tenido movimientos entre la esfera de lo privado y lo público anuladoras de subjetividad pero se reaviva en la vida interior del sujeto, es en los dos primeros espacios, donde han tenido sentido estas humanas acciones que en su configuración sígnica no exploran el complejo mundo de la afectividad, desplazando o condenando al sujeto a una representación ajena a él, pero propia de una estructura social. Rojas (2004), nos hablará de la vida privada y la pública, la privada corresponde a la enunciación desde el interior, la personalidad; la pública a lo exterior, la expresión de la conducta de un individuo. Arendt (2005), daría a lo público, la definición de lo común, lo que es percibido hace referencia a lo aparente, lo que otros pueden percibir de la misma manera, en este sentido “la presencia de otros que ven lo que vemos, y oyen lo que oímos nos asegura la realidad del mundo” (Ibid. p. 71). La esfera privada para la autora es la representación de una verdadera vida humana, porque el estar alejado de la vida pública concede cierta libertad subjetiva, “la privación de lo privado radica en la ausencia de los demás” (Ibid. p. 78), frente a los otros el hombre privado no aparece o se anula y esto le da un carácter de invisibilidad.
Estas esferas o vidas públicas y privadas no le conceden al sujeto posibilidad de comprenderse, el hogar como Arendt lo mira podría considerarse un espacio privado, de “protección”, pero habría que preguntarse si esto generaría un rompimiento de la transgresión que imponen los otros socialmente como estructura objetiva. En lo privado, podrían surgir algunas limitaciones para reconocerse en el otro y afirmarse en él. Las circunstancias que enuncian cualquiera de estas esferas o vidas necesariamente necesitan interrelacionarse, ya lo decía Hernández, un doble sentido, el ser enunciante como un símbolo ubicado en un contexto, fluctuar entre la norma y el uso del símbolo.
 Las circunstancialidades enunciativas tienen diferentes fuentes o expresiones en los espacios de lo público, lo privado y lo íntimo. Para Hernández, en el espacio de lo público se encuentran las circunstancias históricas, sociales, culturales y religiosas que necesariamente deben estar presentes en la circulación sígnica; las circunstancias que configuran el espacio privado tienen que ver con la locación espacio-temporal, que “reorganiza el sentido a través de la reconstrucción de vivencias, experiencias y manifestaciones del humano ser que se incorpora de realidad concreta a una realidad sentida” (Ibid. p. 69).
Pero es en el espacio de lo privado donde aparece el sentimiento como una “función superior de percepción de valores que hace que el sujeto se apropie del objeto para convertirse en su autónomo portador” (Ibid. p. 61), esa conversión obedece a la comprensión de un objeto traducida en imagen, que el autor une a una universalidad y necesidad subjetiva y genera un camino metodológico que conlleve al autoreconocimiento, a la mirada  comprensiva de los otros como un igual en humanas acciones, y reconocerlo como un ser subjetivo consiente de su subjetividad. “El deseo de recuperación de espacios particulares es transfigurado en potens poético que revela la interioridad, la intimidad sensible del enunciante” (Ibid. p.61)
Culturalmente podría estarse potenciando una incapacidad para expresar sentimientos o para expresar el deseo sexual que todo sujeto manifiesta en su mundo interior, ya lo decía Hernández, se vivió una sociedad de la oralidad, que fue superada por una sociedad de la imprenta que en cierta manera alejó a los sujetos y los aisló, lógicamente que los avances tecnológicos van reelaborando el pensamiento y las formas de interacción y de una manera más explosiva en la “sociedad electrónica” donde el flujo de información y de conocimiento están automatizando la humanidad, la está insensibilizando.
Cuando surge la primera generación de computadoras, por colocar un ejemplo, se hizo con la intención de ayudar al hombre en sus labores, cualquiera hubiese sido esta, esas computadoras se diseñaron en función de lo humano, qué hace un humano?, el ideal era llegar lo más cercano posible. El humano era la representación de la máquina, aun en la “sociedad de la imprenta” y en los inicios de la “sociedad electrónica” incluso, esa podría decirse era la semiosis de esa sociedad. De hecho, es la semiosis de esta sociedad, porque en la sociedad electrónica o del conocimiento como muchos la denominan, las computadoras fortalecen la imaginación durante los actos sexuales, y en algunas oportunidades hacen las veces de contexto.
Ahora, la transgresión de la inteligencia como isotopía detonante y al mismo tiempo emergente llevó  a la Transgresión del ideal de la computadora –entendida esta como el motor que mueve el mundo utilizada en los espacios de lo público y lo privado- o el ideal de lo humano por la computadora. Los humanos anhelan ser como la computadora.
Hernández, refiere “individuos solitarios” a aquellos que por la influencia cultural renovada o modificada van alejándose no sólo de los otros sino de ellos mismos. Le ha llamado autismo tecnológico. El término autismo tiene una referencialidad de profundas interferencias de comunicación, de expresión de sentimientos, de lo verdaderamente humano. Si con la “sociedad de la imprenta” se produjo un alejamiento de lo intrahumano e interhumano, en la “sociedad electrónica” se manifiestan serias afectaciones a la búsqueda de lo subjetivo, a la comprensión como sujetos de mundo, la sensibilidad está desapareciendo lentamente. Entre el cambio de sociedades y las imposiciones ideológicas las acciones humanas se sitúan fuera de sí mismas, ubicadas en los espacios de lo público y lo privado. En este caso el enunciante no es el mismo sujeto que construye una lógica de sentido para actuar en libertad sino que se subsume a una semiosis limitada que lo reduce en fragmentos y le entrega un mundo ya narrado.
En todo caso, lo que buscamos es hacer distinción de los espacios público, privado e íntimo. Definitivamente hablan diferentes lenguajes sexuales. El espacio público y el privado a pesar de que tienen diferentes denominaciones como ya mencionamos anteriormente, los ubicaremos en el mundo exterior al sujeto. Este mundo exterior manifiesta un conjunto de prohibiciones en relación a la sexualidad, su configuración establece una forma de interactuar con el sujeto de forma que fundamenta un desconocimiento mutuo. El sujeto le es ajeno y al mismo tiempo este mundo exterior le es ajeno al sujeto. Lógicamente no podría ser de otra forma. Este desconocimiento mutuo concluye en una serie de desequilibrios entre ambas partes. El individuo comienza a comportarse de una manera “violenta”, “incorrecta” a lo establecido por el imaginario social, comienzan a aparecer términos como disociaciones, perturbaciones, trastorno histriónico entre otros.
 Desde algunas corrientes psicológicas, un individuo que presente este tipo de comportamientos, donde se exprese sin temor ni “pudor” su erotismo presenta trastornos de personalidad, histriónico para ser más exactos. Desde la ontosemiótica afirmamos, que nos encontramos frente a dos sujetos, así desde esta perspectiva hablamos del doble sujeto. Un sujeto que responde a la estructura social previamente ganada, de una forma radical, este sujeto lo significamos como sujeto recurrente, quien es el que con sus comportamientos y acciones ratifican la cultura que los ha moldeado desde su infancia y les ha entregado el mundo ya narrado, el mundo lógico primordial que se ha visto altamente influenciado por estructuras inflexible. Este sujeto recurrente se enfrenta de forma permanente moral y simbólicamente al sujeto sensible trascendente.
El sujeto sensible trascendente, es el sujeto que tiene plena conciencia de sí, reconoce sus movimientos internos y los manifiesta pese a cualquier tabú que pueda encontrar fuera de sí. Sabe que es violento y que su sexualidad lo define como sujeto de mundo, sin distinción alguna de mundo interior o exterior. Es lo que es. Un sujeto sexual dueño de sus vivencias pasadas, presentes y futuras, que “niega la función reproductiva. Es caprichoso servidor de la vida y de la muerte” (Paz., 1994: 17).
Pero lo que se debe destacar es que ambos, tanto el sujeto recurrente como el sujeto sensible trascendente son el mismo, pero fragmentado. Por qué llamarlo sujeto doble y no ratificar el trastorno histriónico de personalidad por ejemplo, porque la confusión que han causado los tabúes y las prohibiciones las privilegiamos desde el sujeto enunciante, hay una desconexión del sujeto consigo mismo, pero no una total desvinculación de sí. Y es precisamente el erotismo como experiencia subjetiva lo que concederá al sujeto trascender.
Esta afirmación de existencia del doble sujeto, la fundamos teniendo en cuenta que “es en  y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el solo lenguaje funda en realidad, en su realidad que es la del ser, de ego” (Benveniste, 1995: 180). Y en cualquiera de las dos realidades, el hombre se ha constituido como sujeto. Un sujeto recurrente que ratifica su vivir truncando su sexualidad y desvaneciéndose en las posturas ideológicas que advierten como principal motor la función reproductiva y el sujeto sensible trascendente que permanente busca un encuentro consigo en lo más profundo de su vida íntima, en este sentido tenemos un muy especial apego a lo siguiente:
La interioridad demarcada en el discurso y guarnecida en la pasión del espíritu que conlleva a la pasión por el signo y los actos performativos del lenguaje. Porque el signo como acción involucra la transformación de situaciones y planteamientos; modificación de actores, espacios y tiempo (Hernández, 2013: 48)

Resulta curioso un dato que desarrollaremos en posteriores investigaciones. En un informe[3] sobre el control de la población, se afirmaba que los países desarrollados o industrializados -entre los que se mencionaban Gran Bretaña, Holanda, Bélgica- los ciudadanos no eran controlados en su natalidad, de hecho manifestaban un desequilibrio entre la cantidad de habitantes y los recursos disponibles para cada uno, mientras que en China sí es controlada la natalidad.
Ahora bien desde una mirada epifenoménica se podría concluir que los países desarrollados conceden libertad sexual a sus habitantes, ellos serían responsables de las consecuencias de sus actos, pero si profundizáramos un poco tal vez podamos ver con detalle que en la cultura occidental esa libertad tiene una gran carga reproductiva, ya sea a través de planes de estudio o por transferencia cultural,  y el erotismo en la cultura oriental? Si bien es cierto que esa natalidad es controlada, ¿cuál será la dinámica sexual entre los sujetos “controlados”?, ¿tendrán conciencia erótica los habitantes de un país con control de su natalidad?, tal vez ese control estimule el erotismo, el amor, la imaginación como aspectos propios de la dinámica presente en los actos sexuales

3.    Lo erótico como “necesidad subjetiva”
En el erotismo es importante tener claro que el deseo es el detonante de la acción humana. A través de él, satisfacemos el ansia que tiene presencia en lo no agradable. El deseo es un puente entre un estado no ideal de la existencia y un estado anhelado de perfección vital-subjetiva. “Desear es pretender algo con ímpetu y fogosidad, con un enorme interés que nos lleva a su conocimiento, deleite o pertenencia” (Rojas, 2004: 21). La necesidad subjetiva tiene existencia en el deseo, ella “está orientada hacia lo subjetivo, al deseo del individuo de alcanzar algo, de suplir una carencia. Y aun cuando crea su sistema de referencia abocado a expresar un real, también tiene un lenguaje simbólico que revela lo inconsciente” (Hernández, 2013: 127), en este sentido expresar desde las profundidades del interior todo aquello que se constituya en un deseo es una de las libertades que puede tener el sujeto, sin embargo, el discurso erótico, el discurso del deseo está negado socialmente, pero si tenemos certeza de que existe una naturaleza humana, entonces debemos tener certeza de que tiene como principal movimiento el deseo.
El erotismo tiene su expresión en el espacio de lo íntimo, “es lo que en la conciencia del hombre pone en cuestión al ser” (Bataille, 1997: 33). Durante años, el discurso religioso ha intentado borrar las huellas naturales del erotismo como experiencia interior subjetivada, trabajo que no ha sido fácil, pues el erotismo  le permite al sujeto vivir una experiencia interior que le permita tejer una red intersubjetiva a partir de sí mismo. Es por esto que “la experiencia interior del erotismo requiere de quien la realiza una sensibilidad no menor a la angustia que funda lo prohibido” (Ibid. p. 43). De esta manera se habla de experiencia interior cuando el sujeto toma conciencia de su presencia como ser enunciante del mundo interior y del exterior, para que sea a partir de esa fiducia subjetiva, donde se produzcan una red intersubjetiva entre las acciones humanas que se observan en los espacios público, privado e íntimo.
El erotismo como necesidad subjetiva devela una posibilidad de subjetivar los espacios para destruir los cimientos de las prohibiciones anuladoras de la subjetividad y plantear la reconstrucción de su mundo desde su posicionalidad para así darle sentido dentro de la pluralidad de sentidos que hoy pudieran configurar al individuo.

4.    Conclusiones
Reconocemos el carácter influenciante que tiene la cultura como arquitectura sensible, el doble sentido hace parte de la dinámica entre el texto y el contexto. Ciertamente el sujeto enunciante visto como un texto desde la ontosemiótica, es configurado por la cultura que lo contiene pero de igual manera ese sujeto tiene ciertas influencias dentro de la cultura para signar con ello una relación dialógica.
El erotismo como experiencia interior, está determinado por  movimientos internos causados por el deseo, movimientos violentos que dibujan la sexualidad humana y la convierten en el motor que enciende y devela la vida interior para que a partir de allí se posibiliten todas las oportunidades de comunicación con el espacio exterior, con ese mundo que se encuentra fuera del individuo pero que definitivamente no podemos invisibilizar.
Tal vez, el propósito de lograr la unidad del doble sujeto no esté ubicada en el mundo de lo imposible, ser uno significaría reconocer al otro como un igual. Pero lo más importante es conceder especial atención a la posibilidad reconciliar al sujeto doble en uno, romper los cimientos que propiciaron su fragmentación y lo desarticularon del mundo interno y externo. Desdibujar las fronteras entre ambos mundos y unirlas en la intención de hacer un espacio de libertad, donde la expresión de los sentimientos se haga sin tabúes, sin temores a que los sujetos sean expulsados de sí.


5.    Lista de Referencias Bibliográficas
Bataille, G. (1997). El Erotismo. TusQuets Editores. Barcelona, España
Coetzee, M. (2007). Contra la censura. Editorial Random House Mondadori: Caracas.
Hernández, L. (2013). Hermenéutica y Semiosis en la red intersubjetiva de la nostalgia. Vicerrectorado Administrativo de la ULA-Mérida, Venezuela.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ (2013)La cultura como arquitectura sensible. Universidad de Los Andes.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ El discurso literario y las nociones de hipertextualidad. Universidad de Los Andes.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ La corpohistoria y las relaciones sígnicas de la cultura. Universidad de Los Andes.
Paz, O. (1994). La llama doble, amor y erotismo. Editorial Seix Barral, S.A.: México
Rojas, E. (2004). Los lenguajes del deseo, claves para orientarse en el laberinto de las pasiones. Editorial Planeta. México DF.




[1] Espacio utilizado desde la idea propuesta por Luis Hernández  al que  le asocia una relación intrasubjetiva e intersubjetiva, y lo hace a partir de la nostalgia a la que asigna una “Movilidad interior desde su función simbólica, una forma de posesión de nuestra intimidad, y paralelamente, manifestación de la revuelta íntima, del yo enunciante al constituir una lógica de sentido a través de la subjetividad y su incorporación al discurso a través de la imaginación-ensoñación” (Hernández, 2013: 62)

[2] Concepción expresa por Luis J. Hernández  en su teoría sobre la semiótica de la afectividad-subjetividad la cual busca siempre: “considerar al individuo como texto, y a partir de ese acercamiento, intentar realizar un cartograma simbólico desde la arquitectura sensible. En este sentido, propugnar por la semiosis representada por la circulación sensible de los símbolos y su prolongación en isotopías culturales que interactúan dentro de la semiosfera” (Ibid.: 56)
[3] Informe de las Naciones Unidas sobre la población, publicado el 15 de julio de 1978 en el diario El País. Ver: http://elpais.com/diario/1978/07/15/sociedad/269301609_850215.html

Comentarios

Entradas populares